Nadie sabe cómo el amor queda traspapelado. Lo que si sé es que las fotografías me recuerdan todo el tiempo que realmente existió, que era imposible no fotografiarla, y que por casi diez años ella fue tan importante para mi. – Nicolás Hardy, EX.
por Marian Cerrada
En La Cámara Lúcida, Barthes señala un elemento clave: su forma de entender el registro fotográfico como método de conexión emocional con lo que ha sido y ya no está más, con la muerte. Ese Barthes herido por un punctum a veces inexplicable, nos enfrenta a una forma de dolor muy personal que se esconde en álbumes repletos de lugares, objetos o personas que han muerto para nosotros, metafóricamente o no. Este cementerio visual es también un certificado de que el tiempo es aniquilador e incorruptible; de que todo lo que nos queda del pasado son capturas que al fin y al cabo también van perdiendo sentido.
Hace poco más de un año mientras esperaba por una de mis clases de retrato con Lula Bauer, choqué con Ex de Nicolás Hardy: un libro pequeño y misterioso apilado entre los maravillosos títulos de la colección personal del colectivo argentino de fotografía Santa. Mi mano logró alcanzar torpemente el lomo y al abrir la tapa aparece la pista fundamental: Ex es un foto libro que recorre en 88 fotografías, diez años de la relación que Hardy mantuvo con Sylvia, una ex que al cabo de varias páginas se convierte también en nuestro propio fantasma sentimental.
Hardy es un argentino del 70′ que vive entre Buenos Aires y Nueva York. Es un fotógrafo profesional dedicado la mayor parte del tiempo a la moda y la publicidad, y después de años de formación -no sabemos cómo y por qué-, decidió reunir todos esos negativos que congelaban el esqueleto de una relación amorosa para armar la secuencia dolorosa de Ex. Emerge entonces el relato intimista, la otra intención del fotógrafo que con la nostalgia partiéndole la cabeza -o quizás no tanto- selecciona esas capturas elaboradas o tan cotidianas, como esas en las que una mujer desnuda usa el baño para afeitarse las axilas.
Ya en la mitad del recorrido de este libro, poco dejan de importar los encuadres o si la iluminación es la correcta o si la pose es buena o mala. En lugar de eso, ya es demasiado tarde como para no comenzar a hacer preguntas: ¿Quién es ella y por qué estaba allí? ¿Por qué nunca sonreía? ¿Acaso era feliz? Hardy se muestra insistente con cada snapshot, persiguiendo a Sylvia bajo la lluvia, desnuda sobre la cama o en las rendijas de cualquier puerta o cortina de probador. Como él, somos también los espectadores quienes nos vestimos de voyeurs y queremos alcanzarla, ir más allá.
Ex es un libro que te deja triste y desprovisto de golpe, en la medida en que sin remedio todo ese discurso de muerte y olvido se inserta en nuestra propia experiencia. Después de mi hallazgo, corrí a casa a sumergirme en mis propias colecciones fotográficas, carpetas de windows y álbumes de Facebook. Comprendí cuánto había perdido y repasé inútilmente las posibilidades de tenerlo todo de vuelta (Aunque no lo deseara de verdad). Todo queda quieto, tan inmóvil como un cadáver al cual se mira desesperadamente con ganas de revivir. Se enciende para mi una idea de Susan Sontag que plantea que la fotografía no es más que una microexperiencia de muerte, idea que complemento con el punctum del que habla Roland Barthes: eso que hiere sin que se sepa muy bien por qué. Sin embargo, al margen de la ansiedad por encontrarme a mi misma rodeada de fantasmas, regreso a Ex para entender que se trata de la historia (tuya, mía, de ella, de él) de eso que se amó con locura y tuvo un fin irreversible. Es la imagen de Nicolas y Sylvia: Él detrás del lente, por instantes reflejado en los espejos y desvanecido por el estallido de un flash; ella escondiéndose de la lluvia, o durmiendo con sus gatos, o probándose algo en cualquier vestidor. Nicolas Hardy terminó de editar su libro recién casado con Stefania, una nueva pareja que vivió el proceso creativo más extraño de todos, o al menos para alguien que está a punto de casarse.
Creo que Ex es la cicatriz que el fotógrafo mostró para decir: dolía entonces, pero está todo bien ahora. Solía ser amor. Ahora solo quedan las fotos y la ansiedad del espectador.