Con Fleabag, serie escrita y protagonizada por la inglesa Phoebe Waller-Bridge, hago terapia. Posiblemente yo no sea única persona prendada por la serie, muchos espectadores podrían decir lo mismo y ayer se comprobó en los premios Emmy luego de que se llevase cuatro de las estatuillas más importantes a las que estaba nominado el show.
La serie de la BBC estrenada en 2016 incide en algo muy propio del siglo XIX: el miedo a la comunicación en un planeta hipercomunicado, que demoniza la autenticidad dentro de un mundo de máscaras y, donde la expresión de sentimientos, está cercenada o signada por verse débil. En Fleabag Phoebe Waller-Bridge revela, a través del estereotipo de la fría identidad londinense, a un personaje que podría etiquetarse como una mala ciudadana, mala amiga, mala hija e, inclusive, una mala feminista.
Fleabag cuenta la historia de una treintañera solitaria, adicta al sexo, malportada, cínica pero con una autenticidad que nada calla. Fleabag es una oda a la sinceridad, a visibilizar los problemas de las familias disfuncionales, al dolor de la muerte y la pérdida de la amistad, al amor diferente y real, a revestir los dilemas existenciales y emocionales a través del hedonismo: del alcohol, el pica pica cool y, mucho sexo.
En su primera temporada la serie va narrando la vida de la protagonista, llevándonos a entender qué la ensombrece. En su segunda temporada entiendes que el luto por su madre y la pérdida de su mejor amiga la hacen buscar el amor en otra vasija, sin embargo, el giro de la historia revela que es el recipiente de lo prohibido, de lo políticamente incorrecto y de lo profundamente “pecaminoso”: un sacerdote sexy.
“Esto es una historia de amor”. La temática amorosa es el hilo conductor de la segunda temporada según lo afirma el personaje de Waller-Bridge, después de una torpe y sangrienta pelea familiar en el primer episodio. ¿Por qué el amor es elemental en la vida pero al mismo tiempo tan difícil de expresar para la protagonista, su padre o su hermana? Hasta para el sacerdote sexy es difícil de entender qué lo apasiona porque vive encerrado dentro de juicios de una institución, de lo que no se puede decir o hacer. Si amar es mostrar nuestra vulnerabilidad, ¿acaso ya no somos valientes? ¿acaso somos una sociedad cobarde?
Una serie para los Emmys, un reflejo de la sociedad actual
“Esto se está volviendo ridículo”, afirmó Waller-Bridge totalmente asombrada en la premiación de los Emmy 2019 luego de haber subido por tercera vez al escenario para recoger el premio al mejor guión de serie en categoría comedia.
Aunque los Emmys no son el mejor premio para decidir si una serie es buena o de calidad, Fleabag y Waller-Bridge arrasaron, dilapidaron la nostalgia de Game of Thrones. Lo normal era que se hubiese alzado con el galardón la genial Julia Louis-Dreyfus por su papel en la última temporada de Veep, sin embargo, la cosecha en la premiación de este año demuestra lo mucho que puede identificarse la historia de una solitaria y cínica británica con los espectadores de hoy. No sería raro pensar en eso: en una época donde las plataformas digitales nos han hecho más solitarios y menos proactivos al socializar face to face, gana en los Emmy una serie que retrata esa problemática desde la comedia y usando como recurso narrativo la cuarta pared: la protagonista de Fleabag le habla al espectador.
Fleabag podría ser una versión sarcástica post Girls o una Sarah Silverman más empática. En la cosmogonía actual todos somos un poco como los personajes de Fleabag: incomprensibles, incoherentes, incorrectos, o cualquier otro prefijo “in” que pase por nuestras cabezas. Es una cosmogonía más optimista que resiste al dolor de la cotidianidad, que incluye a The Marvelous Mrs. Maisel –quizás por ambas ser comedia- dentro de la desesperanza que proporcionan las series distópicas protagonizadas por mujeres en la actualidad, léase The Handmaid’s Tale.
Fleabag, tributo a la nueva feminidad
Phoebe Waller-Bridge no solo es creadora, escritora y protagonista de Fleabag, también es escritora de la serie Killing Eve. En ambos shows -posiblemente se desarrolla más en la serie propia- los arquetipos femeninos se rompen desde muchos puntos de vista. Ya no se habla de la mujer moderna y londinense estilo Bridget Jones, ahora se narra a la mujer impura, prejuiciosa, torpe, instintiva, sexualmente activa pero desgraciada en el amor.
En uno de los primeros capítulos de la serie, Fleabag -llamémosla así aunque en la serie nunca desvela cuál es el nombre de la protagonista- le dice a su padre al llamarlo a su puerta borracha a las dos de la madrugada: “tengo el horrible sentimiento de que soy una mujer pervertida, avariciosa, egoísta, apática, cínica, depravada y moralmente corrompida que no podría siquiera autodenominarse como feminista”. Waller-Bridge en este dialogo hace un manifiesto de la mujer real en esta década.
Esta confesión al padre, quien tiene una emocionalidad fría y sesgada, es el punto de inicio para entender las crisis de paradigmas en las mujeres jóvenes entre los 20 y los 40 años, sin pareja, con relaciones fallidas, quebradas económicamente y muy dolidas por ser irresponsables con las amistades que la valoran.
El personaje de Fleabag se contrapone a la de su hermana, Claire, una mujer exitosa del mundo de las finanzas, quisquillosa y maniática, casada con un hombre alcohólico, mentiroso, de comentarios incorrectos y perfectamente machista que lo único que sabe hacer bien es sacarle una sonrisa a su mujer porque ni siquiera puede follar con ella. Claire representa la fachada, esa que han dicho es la verdadera, mientras Fleabag vive en la soledad y la decadencia, en el desparpajo auténtico de eso que se ha visto como: lo fracasado.
Si Mad Men, Breaking Bad o los personajes masculinos de Better Call Saul dialogaban con el concepto de hombres como antihéroes, Fleabag nos habla de mujeres difíciles, cínicas y angustiosas propias de la contemporaneidad, esas que no se encuentran ni en el estereotipo de la mujer del siglo XXI narrada por Jane Austen ni en la feminista de los 60 como Kate Millet o Simone de Beauvoir. El contexto ha cambiado profundamente en el siglo XXI: si Girls narró una crítica a lo estereotipadamente femenino, Fleabag lo hace sin modernidades o edulcorantes, usando la cuarta pared muy propia de series como House of Cards, para acercar la dificultades de la mujer actual que lee Cosmopolitan pero que no se cree los tips de la revista sobre cómo conseguir belleza, empoderar su sexualidad, conseguir un trabajo mejor o ser exitosa.