Llevo días pensando en cuántas veces realizando una entrevista he hecho preguntas que encasillan a la escritora dentro de esa burbuja llamada “literatura escrita por” o “ensayo feminista”. Creo que lo hago constantemente a pesar de estar en contra de esa etiqueta y de otras más.
Muchas veces entre los dimes y diretes del feminismo, no sé qué puedo y qué no debo hacer para luchar contra el machismo, la torpeza masculina, el rechazo, la invisibilización profesional o los comentarios de Twitter donde intentan mancillarte con insultos tontos porque das una opinión. También pienso si este proyecto personal feminista, que cree antes del #Metoo, debería reconceptualizarse, re-etiquetarse, liberarse. Si realmente vale la pena seguir insistiendo, si al final me meterán en otro cajón más de etiquetado: “esta que lucha y visibiliza a” o “esta la mala feminista que”… depende de cómo se mire.
Lo mismo me pasa con la poesía. El algoritmo de mi cerebro ha buscado mujeres para hacer un artículo donde compilo sus obras y las cerco. También me pregunto por qué no hacerlo, si creo que hay una sensibilidad y una fragilidad distinta a la masculina y, como dice la psicoanalista Alexandra Kohan, también podemos usar la fragilidad como lugar de emancipación.
Lo que sí tengo claro es que si algo le molesta a las poetas en la actualidad es que se les llame poetisas, no porque el término sea feo en sí mismo, sino porque se las minimiza, porque es viejuno y porque en el fondo la palabra poeta es lo más inclusiva y genérica posible: la poeta, el poeta, lxs poetas.
Sin embargo, algo me sigue haciendo ruido y es que hay una lucha de territorio violenta a lo que no quiero pertenecer siendo mujer. ¿Queremos pertenecer a un canon de poetas violentos que minimizan a una mujer usando un término tan obsoleto como poetisa? Digo queremos, no porque yo sea poeta, es porque soy mujer y no entiendo esa discriminación hacia otras mujeres ¿Por qué le damos tanto valor a quien usa el término poetisa para minimizar? ¿Realmente se merecen nuestra atención? ¿Qué miedo tiene? Pero lo que más me cuesta entender es ¿por qué queremos pertenecer a ese mismo club donde no nos quieren y donde hay más tontería que inteligencia?
En el último 8M, hace muy pocos días, la escritora Camila Sosa Villada, afirmaba: “en el 8m creo que las travestis deberíamos juntar nuestros petates e irnos del feminismo. Irnos de la palabra mujer. Irnos de todos los lugares donde no nos quieren. Armemos una fiesta propia donde quepan todos. Y dejemos ese espacio de poder a quienes lo reclaman como propio”. Entonces siguiendo la idea de Villada: ¿No podríamos decir lo mismo en el ámbito literario, poético, digital, etc, etc? ¿Por qué no desacralizar esos espacios sagrados donde “debemos” estar y construimos otros nuevos sin tonterías que desvelan un miedo atroz?
Como mi duda es inabarcable, casi imposible de posicionar y, al mismo tiempo, casi imposible de mantener en estos tiempos, yo invito al pacto momentáneo de la duda y dejo algunos versos y libros para celebrar lo que sí debemos celebrar: a la poesía en su día. Celebro de la mano de poetas que hacen resonar sus deseos, evocan metáforas inteligentes y, espero que, cuando el Nobel lo vuelva a ganar una poeta y ella quiera cambiar de editorial, sepamos que lo aprueba ella, no su agente, y si lo hace su agente, ella ganará más y se lo merece.
5 libros de poesía, 5 poetas para la celebración
Eileen Myles: Yo soy tu presidenta
Hace unas semanas, recibí de la editorial Killer71 el libro de la poeta beatnik, Eileen Myles. El libro se titula Yo soy tu presidenta (2021).
Myles es una de las voces más representativas de la poesía norteamericana y un símbolo de la cultura pop. No solo ha sido inspiración de temporadas de la serie Transparent, aparece mencionada en una canción del grupo Le Tigre o tiene conferencias junto a Chris Kraus, sino que fue candidata presidencial de los Estados Unidos en 1991 en una campaña independiente –con dos ovarios- contra tres hombres: Bill Clinton, George W. Bush y Ross Perot.
¿No es acaso ese gesto, esa acción la de alguien que desea desacralizar un espacio, una estructura poderosa a la que siempre hemos querido pertenecer? Lanzarse contra tres hombres con una candidatura independiente no era pactar; era quemar una estructura y volverla nueva y, al no ganar, Myles se va, se sale del espacio y de la lucha del espacio institucional para volver al espacio que se le da natural, a esa fiesta donde sí la quieren, a ese “vale, seré poeta”, a esos “caminos alrededor de las montañas / porque no podemos / atravesarlas/ Esto es Poesía/ Para Mí”.
Myles quería incendiar la estructura y crear una nueva más inclusiva. Así que de su pieza Un poeta americano puedo extraer lo siguiente:
He aprendido sobre la Civilización
Occidental. ¿Sabéis
cuál es el mensaje de la Civilización
Occidental? Estoy sola.
¿Estoy sola esta noche?
Creo que no. ¿Soy la única
con encías sangrantes
esta noche? ¿Soy la única
homosexual en esta habitación
esta noche? ¿Soy la única
a la que se le murieron los amigos,
se le están muriendo ahora?
Y mi arte no puede ser
apoyado hasta que sea
gigante, más grande que
el de todos los demás, confirmando la
sensación del público de que están
solos. Que solos
están bien, que merecían
comprar entradas para ver este Arte.
Que están trabajando,
están sanos, que deberían
sobrevivir, que son
normales. ¿Eres normal
esta noche? Todos los que estamos
aquí, ¿somos todos normales?
No es normal para mi
ser una Kennedy.
pero ya no tengo
vergüenza, ya no estoy
sola. No estoy
sola esta noche
porque todos somos Kennedys.
Y yo soy tu presidenta.
Maria – Mercè Marçal: Diré tu cuerpo
Diré tu cuerpo (Ultramarinos, 2020) es una compilación de varios libros de poesía de Maria – Mercè Marçal, una poeta que creó desde la nada y habló del cuerpo afectado por el deseo y la pasión entre dos mujeres, un hecho sin precedentes en la poesía catalana. Marçal derribó el tabú y lo hizo verso, sextina, prosa:
Tu sexo y el mío son dos bocas.
¡No oyes qué beso de rocío sobre el musgo!
¡Qué mordisco con resplandor de almendra viva!
¡Qué acento, con relente de garganta abierta!
¡Qué baile , pequeñas lenguas sin brida!
¡Qué secreto de desfiladero! Nuestros sexos,
amor, son dos bocas. Y dos sexos
nos laten ahora en el lugar de las bocas.
En el poemario Terra de Mai (Tierra de Nunca), la poeta no solo expone el cuerpo, la carne transformada por el eros desbocado, sino que cuida de las estructuras con las sextinas en su poesía. Marçal sale a la lucha desde el verbo y vuelve a la estructura del verso para evocar lo que siente.
Por su vocación como activista, no es de extrañar las temáticas que recorrió como pionera en la poesía catalana –el deseo entre mujeres, el cuerpo- sino que además apuntó sus reflexiones sobre identidad y pertenencia. “¿Qué es tener una identidad como mujer?” le pregunta Marçal a su entrevistadora, Anna Monteros, en una entrevista recogida en la compilación de Ultramarinos. “Estamos en una tradición donde la identidad y la idea de sujeto van muy ligados a un determinado concepto de identidad y de sujeto que, precisamente, excluye a las mujeres…El problema, para las mujeres, es cómo encontrar identidad en todo este lío…El problema se plantea cuando quieres actuar como sujeto, como alguien que tiene identidad, pero sin abandonar ese grupo, y piensas que lo que se necesita es un marco, un ámbito que te permita ser mujer sin renunciar a ser naturaleza ni crear cultura”.
Luego de Terra de Mai pasaron quince años y Marçal publicó Raó del cos (Razón del cuerpo). Es en este último poemario donde el deseo se encuentra con esos límites del eros que comenta Anne Carson, donde el deseo se detiene ante la ruina de la enfermedad: “Diferentes nacen, / de mujer, hijos e hijas. / La muerte iguala.”
Maria-Mercè Marçal se enfrenta a la creación desde el cuerpo enfermo, desde el cáncer de pecho que va humillando a ese cuerpo que alguna vez fue pulsión arrolladora. La lucha es desde la creación y la huida desde cuerpo, la muerte es liberación.
Sagrada obscenidad
Del cuerpo
Tocado por la promesa
De la muerte:
Intocable
Como un paria
O como la huella
De un dios ausente.
Sé sacrílega
Y devuélvele
La cualidad humilde
De los cuerpos vivos.
Enza Arreaza – Cosmonauta
Cosmonauta (Poeteca, 2020) es un libro con collages que rompen la lectura. Esta es la forma en que Enza Arreaza va en contra de creando una patria nueva en su propia diáspora.
“La imaginación es un animal aparte” afirma con necesidad la autora venezolana, mientras navega por su país, un territorio desprolijo y cercado por las circunstancias. No es fácil vivir en la Venezuela del siglo XXI, así que la poeta prosigue “a veces cuento una historia porque no puedo moverme. Pero la verdad es que me gusta volver sobre las cosas que me paralizan” quizás una sentencia que no sabemos si es porque todos tenemos un Ulises dentro o por si los lugares que amamos pueden llegar a convertirnos en amantes con síndrome de Estocolmo.
En Cosmonauta Arreaza no se paraliza ante el aunque lo afirme, se burla del snobismo del poeta con ironía y crítica: “uno siempre quiere sentirse especial creyendo que tiene algo en común con los poetas ingleses, lo cual no sé si es amor literario o racismo endógeno”.
Y de esos pensamientos con sorna, la autora pasa a relatos más largos en forma de diarios, donde los recuerdos se entrelazan con vivencias de la actualidad, desde el territorio de la diáspora al territorio de la duda:
A veces una mujer se despierta a las tres de la mañana y recuerda que dicen que esa es la hora del diablo, pero no es el diablo lo que ante todo la inquieta, es la duda, es no saber quién va a comprarle cigarros a mamá de ahora en adelante
Mientras tanto los collages siguen y la autora sale y entra creando un espacio simbólico nuevo que no necesita sede física solo papel, lápiz o teclado, pantallas, tijeras y recortes.
Gloria Fortún – Todas mis palabras son azores salvajes
Gloria Fortún salta la barrera, pasa de la no ficción y el relato corto a la poesía. Esa es otra forma de irse del lugar donde se está cómodo, para perderse en otro género y encontrar una nueva casa, luchar por un lugar donde se explore el deseo y se cree un espacio sagrado, una voz erótica propia desde la escritura.
Todas mis palabras son azores salvajes (Dos bigotes, 2021) es su primer poemario donde desvela esa obsesión por cuerpo amado versus la imposición del límite social: el amor “ilegal” ante los ojos del otro.
Aunque la estructura poética se extraña, –no es la rigurosidad de la métrica de una Maria-Mercè Marçal, ni creo que Fortún quiera serlo- así que asoma un lenguaje cotidiano que tambale la ternura intelectual con la fogosidad de los cuerpos. Se cita, se habla así misma en tercera persona, pero ¿no es así cómo el ardor de un cuerpo recuerda a otro cuerpo? ¿Desde afuera? Y, en ocasiones, la escritura profana la estructura poética y te saca una carcajada porque el deseo muchas veces es torpe al desnudarse.
mi corazón olla ardiente
Que cargo gritando ay
Gritando apartad quema
Gritando hacedle un sitio
Gritando pero dónde la dejo
Hay días así
Ay
Bibiana Candia – Las trapecistas no tenemos novio
Conocí a Bibiana Candia por Twitter y un día preguntando sobre cuentos españoles, me envió desde Berlín tres libros: dos de ellos publicados por la editorial especializada en voces femeninas, ediciones Torremozas, siendo Las trapecistas no tenemos novio, su segundo poemario.
Publicado en 2016, antes de ser famosa al ganar el XXVII Premio de divulgación feminista Carmen de Burgos por su perfil sobre la filóloga y bibliotecaria española María Moliner, Candia escribió sobre la identidad de la mujer, sobre los intersticios donde nos metemos para trabajar, para darnos placer o para huir de él y hacernos daño.
En sus poemas hay pop con referencias a Barbie Girl de Aqua o revisiones a temas del feminismo como el síndrome de la impostora -antes de que supiéramos que existía-: “Bella / cuando me torturo / Buena / cuando me reprimo / Sincera / cuando me trago las palabras / Disfruto / cuando en realidad sólo finjo”.
En uno de sus poemas, como buena trapecista que se resiste a caer en los dominios de una red, revisita el término poetisa, lo cercena y explica su horror:
La poeta
no quiere que la llamen poetisa
Nadie podría respetarla
con un nombre
malamente
derivado del original,
como una suerte de imperfección
Una palabra ortopédica
Para llamar a la mujer poeta,
Como si fuese una especie tullida,
Pidiendo limosna
En la puerta de las iglesias del bien.
Sería bueno saber quién,
en algún momento,
se sintió invadido
y pensó que hacía falta otra palabra
Alguien,
seguramente,
tan preocupado por levantar un muro
que pasó por alto,
que la razón de ser poesía,
es dejar que las palabras
hagan consigo mismas
lo que les dé la gana…”
Feliz día, poetas.