Esto no es una guía, lo anterior es un mero título, una invitación a contemplar una de las obras cumbres del director neoyorkino Martin Scorsese, Goodfellas, narración visual del auge de uno de los grupos vinculantes más fuertes entre hombres, la mafia.
La película comienza con su protagonista, Henry Hill, expresando en voz en Off: “Que yo recuerde, desde que tuve uso de razón, quise ser un gánster”. Así mismo se inicia uno de los mejores relatos de mafia en el cine.
Goodfellas, o Buenos Muchachos, o Uno de los nuestros (ustedes escogerán que títulos les gustará más de esa gran gama de interpretaciones), está basada en la historia real de Hill (Ray Liotta), quien formó parte de la mafia italiana en New York por más de 30 años.
Su longevidad en este grupo de respetables hombres, se debió más que todo a la afinidad al estilo de vidas que estos perpetuaban, además a la dinámica obtenida con la dupla conformada por Jimmy Conway (Robert De Niro) y Tommy De Vito (Joey Pesci).
Si sientes algún tipo de desprecio por la actividad que hacen estos profesionales informales, piensa que son un equipo de fútbol o un equipo de trabajo en formato legal (de esos que conviven en oficinas de cuatro paredes). En fin, grupos integrados exclusiva y mayoritariamente por puros hombres, que conforman una cofradía de testosterona que salen de vez en cuando a la “cancha” a defender sus banderas, sus honores.
El honor es defendido sea, en este caso, asaltando un camión, aniquilando a más de un contrario a punta de martillazos, y por supuesto, lanzando una que otra bala, mientras sigues rodeado de la pasta boloñesa que consumiste en los últimos minutos.
Así transcurre la vida de los mafiosos en Goodfellas, entre comidas, insultos, y matanzas que se han convertido en una guía para entender a la mafia, en la que en sus 148 minutos más de un mafioso novato, o incluso experimentado, conseguiría claves para afianzarse en el creciente negocio.
Esta obra ha logrado situarse en los albores de los dramas masculinos, que también incluye sus excelentes momentos de comedia regalados en su mayoría por Pesci.
La cinta logra con gran eficacia narrar el nacimiento de un antihéroe, su crecimiento y establecimiento en los reinos de la llamada maldad, y su bajada en descenso abrupto.
El niño Hill solo quiso ser un mafioso, no un astronauta, no un jugador de futbol como Maradona, Messi, Ronaldo, ni un policía o bombero. Hill solo quiso pertenecer a esos muchachos que en las esquinas de su pequeña urbe, mandaban gracias a las intimidaciones, contrabandeaban, y con un contado e inesperado tiempo de vida, eran reyes para él, observando desde lejos y contemplando su futuro porvenir.
La obra eterna de Martin Scorsese se convertiría en la cumbre de su cine para el año 1990, presentando la que sería lo mejor de su ojo, ya que esta tiene parte incluso de lo que el vio como niño en las mismas calles de la naciente metrópolis.
A la par de lo que logro culturalmente cintas como la saga de El Padrino, uno de los rasgos que atrae de Goodfellas es la sabia interpretación de la amistad masculina, y como esta podría ser similar a ese tratamiento que surge cuando somos pequeños, signada por los juegos, las bromas verbales y físicas, el apoyo sin importar los momentos, donde una inmadurez necesaria surge para lograr la subsistencia en el negocio o contexto que los rodea.