El concepto Marilyn Monroe, como mito, es conocido por todos. A todos nos interesa porque a todos, generación tras generación, nos ha gustado proyectar nuestras expectativas y sombras en la figura de la actriz de Hollywood por excelencia, o en el peor de los casos, en la Shakira dejada de turno. Quizás ese acontecimiento de ruptura de un ideal es lo que hace, que la nueva “biopic” de la rubia dorada, tenga tan malas críticas por parte del público.
La nueva película llevada al cine por el director Andrew Dominik, con la gran actuación de la actriz Ana de Armas como protagonista, se basa en Blonde, la extensa novela de la cinco veces finalista al Premio Pulitzer, Joyce Carol Oates, publicada en el año 2000 en castellano por la editorial Alfaguara.
La novela escrita por Oates comienza con un prólogo fechado el 3 de agosto de 1962, el día antes de la muerte de Marilyn Monroe, abriéndole el apetito lector, cuando un mensajero en bicicleta en Los Ángeles acelera a través del tráfico con una entrega especial para la actriz. Él es la “Muerte a toda prisa. La Muerte pedaleando furiosamente”, y también es la muerte mensajera del poema de Emily Dickinson: “Sí, he visto a la Muerte. Soñé con ella la noche pasada y muchas noches antes. No tenía miedo”; y cerrando la cita continúa Oates: “Ahí venía la Muerte, tan resuelta. Ahí venía la Muerte, inclinada sobre el herrumbroso manillar de una bicicleta destartalada pero imparable”. Con esta introducción alucinante, la escritora nos sumerge en un libro de terror sobre el destino de una estrella femenina en un mundo de los espejos y sombras de Hollywood, un mundo donde los cuerpos de las mujeres son mercancías que se intercambian por excitación masculina y ganancias en taquilla.
De Norma Jean a Marilyn Monroe, una construcción rota
En ambas creaciones, libro y película, se ahonda en la vida y el cuerpo de Norma Jean, el verdadero nombre de Marilyn Monroe, esa niña abandonada por su padre y su madre, esta última, emocional y psicológicamente inestable que, en 1934, según las fuentes oficiales, fue diagnosticada con esquizofrenia paranoide.
En la ficción de la película, vemos la infancia de Norma Jean, una niña valiente pero a ratos insegura que es dejada en un orfanato así ella le grite a la cámara que no es huérfana, visibilizando desde ese momento que, la que sería la rubia de oro de Hollywood no era nada tonta, aunque sí desequilibrada. Pero quién no lo sería si su vida comenzaba así, con semejante cantidad de abandonos, idas y venidas, y con lo que después sería su periplo por la fama guiada por la veneración de su personaje y, ante todo, la exaltación de su cuerpo como objeto sexual.
Carol Oates lo refleja con profundidad en la novela y Dominik medianamente en la película: cómo una mujer en los años 40, con ese bagaje emocional, no iba a buscar el afecto en todas las figuras masculinas que aparecían en su vida, cómo no iba a tener daddy issues y a ser vejada con el atractivo físico que poseía, si además, no sabía aplicar límites ante las sensaciones de peligro, porque ante todo, buscaba desesperadamente el amor.
En Blonde, la película, Norma Jean transita entre su inseguridad e intenta adentrarse en ese personaje que le han creado llamado Marilyn Monroe. Sus primeros amantes, un trío con los hijos de Charles Chaplin y de Edward G. Robinson, parece ser de ayuda para la joven Norma, sin embargo, ellos no la veían a ella, solo veían la inocencia y el atractivo sexual de Marilyn Monroe. No eran hombres abandonados por sus padres físicamente, pero la sombra de la fama de estos, los frustraba y los opacaba.
A su vez, Norma Jean llega a ser conocida por sus futuros amantes y esposos a través del personaje de Marilyn, y estos, al darse cuenta de la incisión que había en su personalidad la desechaban o, simplemente, no la entendían.
Por ejemplo, el beisbolista Joe Di Maggio se enfurece con la escena de La comezón del séptimo año, ese fotograma mítico donde a Marilyn se le levanta el vestido blanco, exponiendo su ropa interior. Un hombre en esa época no podría permitir que el personaje de Marilyn, su esposa, fuese deseado, que su posesión fuese arrebata ante sus ojos por las miradas de otros. Tampoco podía aceptar que, Marilyn Monroe ni Norma Jean, buscaran esa clase de atención, el simple placer de sentirse deseada.
Luego llegó el dramaturgo, Arthur Miller, ese que consiguió verla en profundidad. Vio a una Norma Jean lectora e inteligente, pero a su vez, también al personaje hecho cuerpo. Ese hombre vio en ella una figura sensible a la que cuidar, pero a cambio de usarla como musa. Posteriormente, su final más famoso, y el más criticado de la película, se entregó al presidente, John F. Kennedy, ese que la vio como la puta más cara de la historia, que todos adoraban y que solamente él, el hombre que dirigía el país del mundo libre, podía llegar a poseer.
La proyección de nuestras sombras en Marilyn Monroe
Al parecer la selección de Dominik de las mil páginas de la novela de Carol Oates refleja los hitos más conocidos de Marilyn Monroe y quizás los que tienen más carnaza para la ficción cinematográfica. Sus abortos -terriblemente expresados en la gran pantalla-, sus matrimonios y sus escándalos. Dominik intenta ser fiel a la novela de Oates, haciendo lo mismo que ya hicieron otros, usándola, aunque esta vez para llamar la atención sobre un tema espinoso: el cuerpo como objeto de explotación y la idealización colectiva de los hombres de la época proyectadas en la figura de una mujer. El ídolo roto sirve como objeto narrativo para mostrar una realidad en la ficción, una realidad que posiblemente sí fue real y literal, algo que le encanta discutir a los espectadores de hoy.
El poeta y ensayista de mitología masculina Robert Bly, en uno de los ensayos que integran el libro Encuentro con la sombra, analiza la sombra personal y colectiva sobre la figura de Marilyn Monroe. En el artículo, Bly afirma que, el problema en esas proyecciones, sobre el ideal del cuerpo femenino y lo que debe ser una mujer, fue la cantidad de tiempo que estuvieron produciéndose y la cantidad de personas proyectándolo: “cuando un millón de personas se comportan de ese modo es muy probable que la persona que es objeto de esa proyección acabe muriendo, como realmente ocurrió”, ya que “ningún ser humano puede soportar tantas proyecciones -es decir, tanta inconsciencia- y seguir vivo”. Bly culmina el estudio del caso de la actriz advirtiendo que, “es por ello que la muerte de Marilyn Monroe fue inevitable y, quizás incluso, hasta beneficiosa para la economía del psiquismo…por ello resulta tan extraordinariamente importante que cada uno de nosotros asuma su propia responsabilidad”.
Quizás para ambos artistas, director de cine y escritora de la novela, el personaje soterrado que narra la historia no es Norma Jean sino la sociedad, esa que necesita encajar a las mujeres en los roles permitidos y que el público que ha visto la película no ha querido admitir. Verse en el espejo de Marilyn Monroe siempre ha sido difícil, no es de extrañar que casi todos los personajes que se miran en los espejos de Blonde aparezcan rotos.
Bibliografía utilizada:
- Blonde (Joyce Carol Oates, Alfaguara, 2000)
- El gran saco que todos arrastramos (Robert Bly en el libro Encuentro con la sombra, Kairós, 1991