Siri Hustvedt llega a Barcelona luego de haber recibido el Premio Princesa de Asturias de las Letras. Hustvedt reclama manifestarnos, molestar para conseguir la igualdad, la visibilidad, el respeto, abrir una grieta en ese techo de cristal con el que tanto peleamos las mujeres.
Muchos de esos reclamos los revisita en sus libros, en sus ensayos y también en ese discurso con el que recibió el premio en Asturias de las manos de una niña princesa que su sino posiblemente se le desvele como más callada que libre. “Yo leía sobre reyes, reinas y magia, pero también sobre cautiverio, racismo, miedo a los desconocidos y niñas a las que se les castigaba por no querer ser modosas y estar calladas. Y pensaba: ‘¿Por qué es así? ¿Por qué no podría ser diferente?’. Los libros se encarnan” afirma Hustvedt en el discurso frente a esa niña princesa.
Hace dos días me encuentro en el Centro de Cultura Contemporànea de Barcelona (CCCB) para la rueda de prensa con la autora norteamericana, quien participa el ciclo de conferencias Les paraules que encara no tenim inscritas en la exposición Feminismes! del mismo centro. En su presentación ante la prensa la autora está acompañada: desde sus editoras en Seix Barral y Edicions 62, a la directora del CCCB o su intérprete, todas mujeres. A un lado, un afiche donde se encuentran todos sus libros, con especial importancia en el último: Recuerdos del futuro. La imagen del lugar, es una foto, una declaración de principios.
Al comenzar las preguntas Siri Hustvedt no se muerde la lengua. No cree que en el movimiento #Metoo haya puritanismo, cree que es una idea muy europea y reivindica al movimiento como ese cauce para cambiar las cosas, especialmente en el tema de las violaciones, y en un gobierno liderado por un Donald Trump: un líder claramente misógino, xenófobo y racista. “No hablo de delitos, las violaciones siempre han sido un crimen, pero tocar a una mujer en el metro se ha convertido en algo rutinario. Si una mujer arrinconara a un hombre, si le tocáramos las pelotas, sería igualdad pero eso los hombres no lo quieren.” El movimiento #Metoo para Hustvedt no es “una resistencia puritana al sexo”.
“No hablo de delitos, las violaciones siempre han sido un crimen, pero tocar a una mujer en el metro se ha convertido en algo rutinario. Si una mujer arrinconara a un hombre, si le tocáramos las pelotas, sería igualdad pero eso los hombres no lo quieren.”
La autora apunta a regodearse y recordar que las de la libido alta siempre habían sido las mujeres hasta que estas fueron acalladas por los hombres, sencillamente porque los hombres han tenido que demostrar su masculinidad cada momento. Si a muchas personas le cuesta invertir roles es comprensible que se siga arraigando la idea de que la sexualidad femenina está ahí para ser usada, cogida sin permiso, sin pactar un contrato: “No hay ser humano al que le parezca bien un acto sexual al que nadie le ha invitado”.
Nuevos significados, nuevos pactos para el feminismo
Para la autora el feminismo implica la creación de un dialogo que haga entender no el porqué pensamos lo que pensamos las mujeres sino por qué sentimos lo que sentimos. “Una mujer que ha llegado a tener autoridad, puede ser vista como un agente castrador para los hombres, y eso, es una forma de humillación. Porque los hombres han de ir mostrando su masculinidad a cada momento y creo que no se habla lo suficiente del tema. Hay que hablar de los significados de masculinidad y de feminidad” y de cómo vamos a hacerlos para estar más cómodos con nosotros mismos.
Hustvedt entiende que sentirse cómodo implica explorar por eso cree es importante ver desde otras perspectivas. “He vivido la jerarquía de lo que significa ser blanca y de clase media en Estados Unidos. Por eso es tan importante crear nuevas perspectivas, crearlas leyendo y viviendo, a través de las lecturas, entendiendo la vida de otros seres humanos que están en otras posiciones, en otros sexos, en otras razas y en otras clases sociales”.
En Recuerdos del futuro, la autora recrea parte de esas perspectivas mezclando lo autobiográfico con la ficción, juega con la memoria para hacer un reclamo: “existe la creencia casi morbosa de que las mujeres carecen de imaginación”.
Siri Hustvedt sorprende por todos esos conocimientos por los que no debe pedir disculpas. No finge que no sabe, no se hace la tonta para encajar con sus novelas en el mundo cultural. Es una mujer que sabe, que molesta.