Foto por Sistrionix (music)
Hace unos días después de salir del bar de una amiga, me quedé pensando: ¿Qué es lo que a las mujeres nos molesta? ¿Por qué hay que ser feminista? ¿Por qué deberíamos pasar de todo esto? ¿Por qué hay que hacer dieta? ¿Por qué algunas mujeres triunfan y otras no? En fin, un montón de preguntas embelesadas por cerveza.
Hoy haciendo research para la web me senté a ver documentales sobre el cuerpo de la mujer y cómo el machismo nos ha humillado, por qué la TV italiana o venezolana promueve a la mujer como objeto sexual y no como ser humano pensante y capaz o, por qué las mujeres debemos ser luchadoras y no permitir que se nos trate así. Allí, después de tanta información paré. ¿Qué coño debemos hacer? ¿Por qué hay que hacer algo? Mi pregunta es para un conjunto y la cuestión radica allí: en el conjunto de mujeres. Yo no soy muchas mujeres, yo soy única, soy yo, con mis atributos, cualidades, miedos, cicatrices, celulitis y demás. Yo soy yo, no soy mi mejor amiga, mi compañera de piso, mi madre, mi abuela o Scarlett Johansson.
Entendiendo esto, lo que intento decir es que posiblemente no hay revolución femenina actual porque vivimos en un mundo que es individualista, por lo tanto, mientras más rápido nos quitemos esas preguntas, esos “deberes ser” de lo femenino y nos escuchemos un poco nosotras, todo será mucho más fácil para ponernos de acuerdo como género y adecuar el mundo a ello.
Por ejemplo, nunca me he sentido aludida por haber crecido en el “país de las mujeres más bellas” (léase Venezuela) y tener ascendencia italiana (sinequanon de mujeres curvilíneas espectaculares por naturaleza). No, nunca me he sentido que debo ser parte de las mujeres venezolanas que se ponen tacones y van todos los días a secarse el pelo a la peluquería entregadas para estar de punta en blanco, a la perfección. Nunca he sentido esa presión de la que habla la gente, de ese canon que supuestamente nos jode como mujeres y al que hay que “enfretarse”.
Siempre he vestido con zapatos de goma desde que descubrí mi primer par de Converse a los 11 años y, desde entonces, no he cambiado mucho. Amo los tacones, amo como te estilizan la figura pero los uso muy, muy poquito. Hasta hay días en que digo que me encantaría no ser tan perezosa y aceptar el dolor que me hacen en los pies, porque son unos zapatos tan bonitos y que hacen tan bonita a la mujer que me da envidia de la buena cuando mis amigas que los usan pasan toda la noche con ellos y después me dicen que lo importante es comprar unos que te gusten y los sientas cómodos. Lo que más me gusta de todo esto, es que estas mismas amigas se ponen unos Converse como se ponen unos tacones. A las mujeres nos encantan las tradiciones, no nos liberaremos de ellas, como diría el filósofo francés Gilles Lipovetsky.
Como no entendí los tacones, tampoco nunca entendí por qué a las mujeres les gustaba ir a la peluquería, pasar horas allí y contarse los cuentos más íntimos de su vida con el estilista. Yo no era así, hasta que empecé a disfrutar de ir a pintarme el pelo con 16 años; esa cosa adolescente de “ser diferente” y empezar por el cabello. Fue una inmersión dura, no soy una chica extremadamente social, o no lo era en esa época, era muy tímida y ver tanta jovialidad revestida de superfluo me causaba pavor, pero a medida que pasaban los años incursioné y entendí que uno va a las peluquerías hablar de superficialidades o algunas veces, a quejarse. Nunca pasé más de cuatro horas en una peluquería y acepté que hablaba poco con mis estilistas, así que la mayoría de las veces podía ser yo o, en algunos casos, podía adaptarme al deber ser en una peluquería pero entendiendo qué era lo que estaba haciendo y así pasar el rato sin presión de ser etiquetada.
Con el feminismo no me ha pasado igual, no sé cómo adecuarme o cómo entenderlo. No puedo olvidar que gracias al movimiento feminista de los años 60-70 tenemos muchos derechos ganados como mujeres, sin embargo, creo que quejarse por el machismo u otras sandeces, actualmente para mi es algo alejado. Creo que el feminismo se ha convertido en un arma de la política de izquierda o de derechas (al final son las mismas, el poder) y por lo tanto, creo que hay grupos feministas que han perdido autenticidad o se han quedado con fundamentos del pasado.
Quejarse porque las mujeres que salen en la TV son vejadas, que si el porno no es femenino -sin tener en cuenta que gracias a que el porno es tan machista, las actrices porno ganan mucho más que los hombres-, a mi parecer es más machista que el mismo machismo, porque creo que si te conoces bien y decidiste aparecer en ese programa de TV donde eres la que modela en ropa interior o la que se mete 3000 euros mensuales por chupársela a un tipo y lo disfruta, bien por ti. Si no te conoces bien y lo aceptaste por inseguridades, eso ya es otra cosa, esa es tu responsabilidad. O si fuiste embaucada y te vendieron que irías a bailar y terminaste prostituida, eso ya es harina de otro costal y es totalmente denunciable.
El feminismo nos dio la posibilidad de decidir muchos aspectos de nuestra vida –nos quedan terrenos por ganar, claro está- pero en la actualidad, el mejor feminismo a mi parecer es el conocerse uno mismo y a partir de allí desear y decidir lo que uno quiere sin tener que etiquetarse diciendo si es un acto machista o feminista. Acabemos con justificaciones como: “me gusta el sexo y no soy puta”, “no quiero casarme pero no tengo síndrome de Peter Pan”, “me gustaría hacerme las tetas pero soy inteligente”, “soy gorda y me detesto”; e implementemos estas premisas: “decido lo que hago y acepto sus responsabilidades”, “las actrices son igual de guapas que yo” y, la más importante: “no me importa lo que digan los demás sobre cómo debo ser” especialmente si estás segura de ti misma.
Por favor, antes de actuar conócete y si ya metiste la pata, entiéndelo y hazlo conciente, no crees culpas donde no las hay. Hacernos responsables de nuestros actos y tomar decisiones es el mejor síntoma de libertad, eso que siempre ha buscado el feminismo para las mujeres.
P.D. Posiblemente muchas me maten después de leer el artículo, así que estoy dispuesta al dialogo, porque sencillamente, esta es una opinión.