“Querido Dick, toda carta es una carta de amor”
Amazon ha estrenado I Love Dick, una serie basada en el libro homónimo de Chris Kraus y llevada a la televisión por Jill Soloway –Transparent-, que confronta la creación artística a partir del deseo y la obsesión.
Recuerdo que en en algún momento de mi vida me sentí como Chris Kraus, obsesionada, apasionada por crear a partir de la figura masculina, a partir de ese deseo por la posesión y la expectativa. En el caso de I Love Dick se narra la historia de una pareja, Chris y a Sylvere, quienes coinciden en el pueblo de Marfa -Texas- cuando a él le dan una beca de investigación para terminar un libro que está escribiendo sobre el Holocausto y ella intenta ir a la bienal de Venecia a promocionar una de sus películas. Es en ese momento cuando conocen a Dick, un artista que despierta la imaginación sexual de la pareja, en especial, el deseo de Chris.
I Love Dick, es una pieza narrativa única que reflexiona acerca del deseo de las mujeres y cómo este apetito femenino también ha sido modificado según las costumbres y las normativas patriarcales. Inclusive a tildarnos de locas, obsesivas y enamoradas cuando el asunto no radica allí, es una acción sugestionada por el deseo y como todo deseo, es irracional e íntimo.
Esto no es feminismo light
¿Cómo una mujer puede generar aprehensión en un hombre que ha sido regulado por lo que debe ser la figura masculina –proveedor, inteligente, exitoso y apuesto-? Es una de las preguntas que responde tanto la novela -en castellano publicada por Alpha Decay-, como la serie de Amazon, I Love Dick.
Chris no solo es una mujer que ha avivado su deseo, después de años sin relaciones sexuales con su marido, también ha tomado ese deseo que siente por Dick para comprenderse a si misma, aceptarse dentro de esa locura obsesiva, encontrando un nuevo proyecto artístico sin darse cuenta: las cartas a Dick.
En su trayecto escribiéndole cartas eróticas a Dick, narrándole sus fantasías sexuales y las de Sylvere, Chris se topa con otros personajes femeninos que también confrontan la creación artística desde el deseo. ¿Por qué los hombres no pueden ser musas y por qué les molesta tanto cuando lo son? ¿Por qué una mujer es obsesiva y loca al hacerlo? Son algunas de las preguntas que la línea feminista de l Love Dick lanza revisitando el rol de la figura femenina a lo largo de la historia, que a diferencia de preguntas hechas en otra serie como Sex and The City, en la serie de Solloway hay un sustento que deja atrás el feminismo light.
La creación artística viene dada por el deseo de crear, de poseer. El deseo de Chris por Dick, se convierte en obra artística con las cartas y al mismo tiempo es una obra personal, de encontrar su inspiración como forma de vida.
La serie
Se mueven los personajes, la cámara es sensual, baja hacia las entrepiernas de forma erótica, no hay pornografía en la serie. Uno como espectador desea igual que desean los personajes. Los cortos de Naomi Uman, Carolee Schneeman y Cauleen Smith crean una atmósfera erótica y artística. Aún así, con lo poderosa que es, la libertad visual de la serie puede generar divisiones de opinión y enrarecerla para algunos públicos más pueriles o conservadores, quizás porque es una comedia dramática, con toques artístico, esa que solo Jill Soloway puede hacer y que no todo el mundo está animoso de aprehender.
A pesar de esto I Love Dick es una serie con encanto, con ocho capítulos que no tienen desperdicio. Posiblemente el quinto es el más poderoso porque va a redimir lo que viene antes y después. En este episodio Chris junto al resto de protagonistas de la serie -Paula, Devon y Toby- le hablan directamente a la cámara, leyendo su propia carta a Dick, narrando sus encuentros con sus Dicks particulares, ejemplificando que cada hombre que ha pasado por sus vidas se ha convertido en musa y es diseccionado frente al mundo, en un episodio de gran fortaleza narrativa, casi como una fotografía donde el espectador ve cómo se dispara el obturador de la cámara dispara hacia el objeto a retratar, el deseado.
I Love Dick, muestra algo que siempre hemos sabido las mujeres, después de darlo todo, de luchar, amar y desear al máximo, lanzarse a una piscina vacía es un error común, pero del golpe, del trayecto, se renace. No es un lugar común, todas nos transformamos a partir del deseo y de los estados extremos que él pueda hacernos sentir para bien o para mal, a nivel creativo, intelectual, físico o emocional.